El viernes 28 de mayo, alumnos de 1º y 2º ESO visitaron algunos de los lugares emblemáticos de la provincia de Castellón,

el puerto pesquero, el mayor de todo el Mediterráneo en cuanto a volumen de pesca, el Planetario y las Grutas de San José de la Vall d'Uixò.
Nuestro guía, Xavi, nos acompañó por el puerto

y nos mostró los diferentes tipos de barcos y artes de pesca.

Visitamos también con Xavi el Museo del Mar de la capital de la Plana.



Asistimos después a una proyección sobre Astronomía en el Planetario



Después de comer en el Parque del Pinar,


visitamos las Cuevas de San José,


donde discurre el río subterráneo navegable más largo de Europa,


El agua nos estaba esperando también en el exterior de las cuevas.
Una carrerita cuando amainó la lluvia... ¡y de vuelta a Buñol!
Era buen montañero. Coronó todas las cimas españolas con más de 2.000 metros, cimas de Los Alpes con más de 4.000 metros, y otras mayores en América y Asia. Siempre que podía, celebraba misa en la cumbre.
Sacerdotes, monjas y gente de toda condición le pedían que predicara ejercicios espirituales, por todo el mundo. Y no sabía decir que no. Eso le llevó a un convento cisterciense en Tulebras (Navarra), en febrero de 2009. Les habló de la muerte, con alegría. Al día siguiente subió al Moncayo (2.300 metros), la última cima española que le quedaba por conquistar.
Las últimas palabras que dijo a su familia por teléfono, unos minutos antes de morir, fueron: “he llegado a la cima”.
Juan Manuel Cotelo
“Me negué a conocer a Pablo Domínguez… ¡pero le conocí! Doce días antes de su muerte. Luego me negué a hacer esta película… ¡pero la he hecho!
Es una constante en mi vida: pienso “no”, pero hago “sí”.
Está claro que necesito la ayuda de un profesional…
Pesé al nacer 4,400. Engordé hasta los 75 kg y ahí sigo. ¡comiendo de todo! Me encanta el parapente. Un día aterricé en un árbol y mi mujer dijo “se acabó”. Ahora juego al ping-pong.
Tras pasar por 5 universidades, como profe y alumno, sé cuál es mi escuela favorita: la vida misma. ¡Y es gratis!
Soy actor ¡de los “buenos”! ¡Aunque me encantaría hacer de “malo”! ¡Si los directores de casting me vieran cabreado! Me has podido ver en “Siete Vidas”, “Policías”, “Compañeros”, “Periodistas”, “Hospital Central”, “El Comisario”, “Aída”, “El Internado”, “Los Serrano”… He pasado por informativos, concursos, musicales, humor, teatro, cine… delante y detrás de las cámaras.
Pero hoy, el mejor resumen de mi vida es éste: “El reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas y, habiendo dado con una de gran valor, vende todo cuanto tiene y la compra. Ahora soy joyero y comparto mi tesoro.”
La Última Cima: "Salí a la calle a preguntar; 8 de cada 10 me hablaban bien de los curas.
Este documental sobre la vida y muerte de un sacerdote de Madrid emociona y provoca a la vez.
He querido dar la cara por los curas", dice Juan Manuel Cotelo, padre de familia y director del documental "La última cima", que se estrena en los cines españoles el viernes 4 de junio. Se trata de un documental emocionante, con humor, profundidad y lágrimas. Es difícil no llorar, y sin embargo no es sensiblero, sino, simplemente, cercano y honesto.
Juan Manuel Cotelo aparece en su documental, haciendo preguntas que interpelan, aunque lo más provocativo es el proyecto en sí: hablar de la huella que dejó un sacerdote normal, de Madrid, Pablo Domínguez, muerto en 2009 en un accidente de montaña en el Moncayo.
"No era pederasta, ni homosexual, ni ladrón... ni siquiera misionero en la jungla, así que imaginad el reto, contar la historia de, simplemente, un cura bueno", explica. Un cura que impactó en mucha gente: al funeral de Dominguez, decano de filosofía en la Facultad de San Dámaso de Madrid, acudieron unas 3.000 personas y más de 20 obispos.
A Cotelo no le gusta usar la "voz en off". Se pone delante de la cámara y con toda sinceridad cuenta lo que le parece. Después coge la cámara y sale a la calle a preguntar a los viandantes. "Descubrí que 8 de cada 10 personas que pregunté tenía buena opinión de los curas, decían que era gente humilde, o muy espiritual, que les había hecho pensar; no es lo que suelen mostrar los medios". Luego hace otra pregunta: "¿cuánto tiempo de tu vida has dedicado a hablar con un cura?" El mismo Cotelo admite que "ni siquiera sé como se llama mi párroco, de verdad, y desde aquí ahora mismo le pido perdón; deberíamos conocer a nuestros sacerdotes".
El cineasta no quería hacer el documental sobre Pablo Domínguez, pero a medida que iba conociendo gente tocada por el sacerdote admitió que "aquí había una historia que contar". "Me hubiera encantado encontrar algo malo en Pablo, lo habría incluído en el documental, pero es que no lo hay. Su confesor me dijo que, simplemente, era alguien buenísimo, con un alma de niño", afirma durante la presentación del filme.
El documental tiene un inicio "interactivo", con Cotelo abriendo interrogantes, ágil, rompedor... pero pronto el cineasta se echa a un lado a medida que el verdadero protagonista, el padre Pablo Domínguez, va cobrando vida a través de los testimonios de sus amigos, parientes, alumnos, la gente que le trató y le conoció. Emocionan las historias de gente ayudada por él. María de Bonilla, por ejemplo, es una joven madre a quien acompañó cuando gestó un bebé con graves enfermedades, que se sabía moriría al poco de nacer. Pablo estuvo allí, siempre con ella.
Hablan además tres obispos: el cardenal Cañizares (que fue quien se fijó en él para dar clases en San Dámaso), don Demetrio, el obispo de Córdoba, buen amigo y compañero intelectual de Domínguez, y Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo.
Sanz, que durante años ha sido el obispo de las montañosas Huesca y Jaca, afirma, filmado a gran altura: "hay que ser sacerdote y amar la montaña para entender lo que significa hacer misa en ella", afirma. Cotelo, que comparte este amor por la montaña -y se nota en los preciosos paisajes del documental- lo entiende. "Yo y mucha gente que ama la montaña puede comprender que no hay mejor sitio para morir que en ella", explica.
Pablo subió al Moncayo, la última cima que le quedaba por coronar en la Península, acompañado de una amiga. Hay fotos de minutos antes de su muerte, y aparecen en el documental. Una vida de gran belleza se ve coronada con una muerte hermosa.
Si toda la primera mitad de la película puede ser una herramienta muy útil en cualquier pastoral vocacional (es difícil no querer hacerse cura viendo esta obra y la vida de Pablo) la segunda mitad, que trata de la muerte, ya ha demostrado su eficacia ayudando a gente, creyente o no, que ha afrontado la muerte de un ser cercano. En una cultura en que la muerte es un tabú del que no se habla, esta película se acerca a ella con belleza. Es esa belleza, ligada a la verdad, a lo real, a lo vivido... esa belleza que, decía Dostoievsky, salvará al mundo. En definitiva, se trata de una película donde lo cotidiano se convierte en épico. Hay que verla.